lunes, 26 de octubre de 2009
Fotos que cambiaron la Historia (II)
Thích Quang Duc fue un monje budista, el de la foto, que decidió un 11 de junio de 1963 quemarse hasta morir en señal de protesta a causa de las persecuciones que sufrían los monjes budistas por parte del gobierno de Ngo Dinh Diem. No murió solo, alrededor de 350 monjes estaban a su lado, uno de ellos se encargó de colocar un almohadón en el suelo sobre el que Thích Quang Duc se sentó. Otro le facilitó el bidón de gasolina. Fueron ellos los que impidieron a la policía y bomberos llegar a la escena para socorrerle. Los mismos que días después cremaron su cuerpo, pero mantuvieron intacto su corazón, depositándolo en un cáliz de vidrio y pasando a la historia como un símbolo de compasión.
Cuentan los que estuvieron allí presentes, que el fuego no empezó a bajar de intensidad hasta diez minutos después de haberse prendido; durante esos diez minutos, Thích Quang Duc no se movió, no lloró, no gritó... simplemente dejó que su cuerpo ardiera.
Cita de la semana
martes, 20 de octubre de 2009
¡A mí no me digas que no se puede!
NICK VUIJICIC
Nick nació en 1982, sin brazos y sin su pierna derecha, de su muslo izquierdo asoma un pequeño pie con dos dedos. Ha tenido una vida difícil, no pudo asistir a una escuela normal a pesar de no tener discapacidades mentales, y cuando más adelante lo hizo, sufrió acosó y burlas, lo que le llevó a pensar en el suicidio con sólo 8 años. Sin embargo, un día se percató de que sus logros eran la inspiración de muchas personas. Empezó a valorar la vida. Con diecisiete años comenzó a dar charlas motivacionales y creó una organización para personas con discapacidad física de la que hoy es director, Life Without Limbs.
DICK Y RICK HOYT
Cuando Rick nació, el cordón umbilical se enrrolló en su cuello e impidió que el oxigeno pudiera llegar al cerebro. Los médicos le dijeron a sus padres, Dick y Judy, que no había esperanza para su hijo... pero no fue así. Rick tenía las mismas habilidades mentales que cualquiera, así que unos ingenieros crearon para él un ordenador con el que podía comunicarse con el mundo gracias a pequeños movimientos de cabeza. Cuentan sus padres que esperaban que su primera palabra fuera "hola papá" o "hola mamá", pero lo primero que Rick expresó fue "¡vamos Bruins!" ( Boston Bruins es el nombre de su equipo de hockey sobre hielo) y así fue como se percataron de la aficción de Rick por los deportes. Poco después, empezó a participar en maratones con su padre. El vídeo muestra la lucha de Dick y Rick durante un triatlon llamado Ironman. Yo me quito el sombrero...
HOY EN CLASE... Isla de las flores, de Jorge Furtado
Año 2009, concretamente un martes 20 del mes de octubre. Veinte años después, la realidad que reflejaba Isla de las Flores y que era como un puñetazo en la cara para todos y cada uno de los espectadores, no ha cambiado, ni siquiera podemos decir que haya mejorado.
¿Qué tiene Isla de las Flores de especial? Podríamos decir que nada, no tiene grandes efectos especiales (sí, en 1989 también se podía hacer alguna virguería), no gozaba de un gran presupuesto, no es una historia comercial, ni está formada por un elenco de reconocidos actores. La Verdad; eso es lo que tiene, que relata con dureza la situación real que se estaba viviendo entonces y que se sigue viviendo hoy en día en multitud de puntos del planeta.
Quizá si tiene algo de especial, aunque el cortometraje se desarrolla a un ritmo rápido, la conclusión final que transmite, es muy sencilla: no podemos permitir que un animal vaya por delante de un ser humano, con todos mis respetos hacia los animales. No se debe consentir que en el siglo XX y aún en el siglo XXI, exista una pobreza tan extrema que haga que unos tengan que comer los tomates que no quiere el cerdo, mientras que otros podemos comernos al cerdo acompañado de una rica salsa de tomate.
¿De quién es la culpa?, ¿De la mujer a la que se le rompe un huevo camino a casa y tira la caja entera con los 12 huevos dentro?, ¿Del señor que permite que sus cerdos se alimenten antes que unos seres humanos que viven a pocos metros de él? ¿O la persona que se lucra de ello? ¿No la tiene nadie?¿La tienen todos? Es más… ¿la tenemos todos?
Una cosa está clara, la pobreza no es algo nuevo, siempre han existido los ricos y los pobres, pero es muy triste comprobar que hay mucha gente, demasiada, que padece pobreza absoluta. Porque como se explica en Isla de las Flores, los seres humanos nos distinguimos de los animales por un telencéfalo altamente desarrollado, nuestro pulgar oponible y por ser libres. Libertad, “la palabra que el sueño humano alimenta, que ni hay nadie que la explique ni nadie que no la entienda”. Pero… ¿son libres las personas que para comer tienen que esperar a que el cerdo elija antes? A mi juicio no, y esto es lo que hay que cambiar.
Por último me quedo con una gran frase escuchada en el corto:
NO HAY MUCHAS FLORES EN LA ISLA DE LAS FLORES…
lunes, 19 de octubre de 2009
HOY EN CLASE... inadaptación VS desadaptación
DESADAPTACIÓN.................... Los in translation
La padece cualquier persona que en un momento determinado de su vida, debido a algún tipo de desequilibrio, no se adapta al medio que lo rodea.
En "Lost in translation" se encuentran Bob Harris (un actor venido a menos que viaja a Tokio para rodar un anuncio de whisky japonés) y Charlotte (esposa de un fotógrafo que trabaja en los alrededores de la ciudad y que no lleva nada bien las ausencias de su marido), entre ellos surge una conexión, ya que ambos se encuentran perdidos en una ciudad inmensa, con idioma y costumbres totalmente diferentes a las suyas... En esta escena, ambos acuden al hospital y Bob espera a Charlotte en la sala de espera, donde intenta entablar una conversación con un anciano. La incompresión que siente, puede ser el reflejo de la que sienten muchos inmigrantes al llegar a un país diferente del que proceden.
INADAPTACIÓN.................... El truco del manco
Aunque inadaptado no es sinónimo de diferente, es inadaptado aquella persona que por problemas de autoconcepto no está bien consigo mismo y por lo tanto, tampoco lo está en sociedad. He seleccionado una escena de la película española "el truco del manco". El protagonista de la misma es Enrique Heredia, un payo agitanado que a raíz de una parálisis cerebral tiene medio cuerpo paralizado, lo que le impide llevar una vida plenamente normal. Sin embargo, intenta llevar su problema con la mayor naturalidad posible y a ello le ayuda dedicarse de lleno a su pasión, el hip hop. De entre todas las escenas de la película, he elegido una muy dura, pero a la vez optimista, en la que el protagonista se rebela contra los prejuicios de la sociedad y demuestra que su minusválía no puede con él, él puede con ella.
De este último vídeo me quedo con una gran frase que me ha inspirado para una futura entrada:
¡A MÍ NO ME DIGAS QUE NO SE PUEDE!
sábado, 17 de octubre de 2009
Reportaje: Ser nego en España
¿Quién es el camarero? ¿Quién el médico? ¿El inmigrante ilegal? ¿Y el policía? Todos están aquí, entre nosotros. Les hemos quitado el ?uniforme? para mostrarlos tal cual, sin prejuicios añadidos. Son sólo un puñado de los 700.000 descendientes de africanos que viven en España. Llevan la diferencia en la piel. Los vemos cada día pero ¿les conocemos? Ésta es su historia, contada por ellos mismos. La de su vida bajo lupa. La de su lucha contra el recelo blanco. Y la de su orgullo de ser quienes son.
Hace poco, Marcia Santacruz, una colombiana de 32 años y sonrisa expansiva, se encontraba tomando una copa de vino con varias amigas españolas. Todas muy educadas. Gente bien. Desgranaban una conversación interesante sentadas en el sofá, cuando, de pronto, la tertulia dio un giro inesperado. Una de las españolas tomó aire y dijo: "Marcia, es que tú no eres tan negra. Quiero decir, que no eres como los negros de África. Ni siquiera vistes como ellos". Sorpresa. Marcia es del color del chocolate. De piel tersa y refulgente. Negra como su padre y su madre. Negra como sus abuelos. Pero, al parecer, en España, la ropa, los estudios y el dinero determinan el nivel de melanina. Matizan el tono de la piel. Esta afrocolombiana, que llegó a Madrid para estudiar un master en Administración Pública, dice: "En el imaginario de los españoles un negro es sinónimo de trabajo doméstico. De pobreza e ilegalidad. En su inconsciente piensan que no puede existir una negra latina que les hable de Sartre". Aunque exista.
España no es un país abiertamente racista. No tiene un partido xenófobo con representación parlamentaria. Ni expresa un rechazo evidente hacia el negro, salvo por parte de grupos marginales de ultraderecha. Lo nuestro es el rechazo que los sociólogos llaman "sutil". Un racismo torpe y cotidiano. De andar por casa. Instalado en la mirada. El del clásico comentario: "Yo no soy racista, pero...". O el del dependiente que despacha a un negro el primero para que abandone la tienda cuanto antes. Un racismo igualmente dañino, según los expertos. Propio de un país en el que los negros han pasado de ser un elemento singular y exótico a formar parte de un mismo saco que se percibe con cierta inquietud: el inmigrante. Aquí no existe un Barack Obama ni una Oprah Winfrey. No hay demasiados referentes de éxito. Ni hemos transitado el camino de la lucha racial. La presencia negra es reciente. Una explosión de finales de los noventa a esta parte. En España viven unos 683.000 afrodescendientes. Un 1,5% de la población; algo más del 10% de los extranjeros, según el Alto Consejo de las Comunidades Negras. Lo más impactante es su crecimiento exponencial: en 1998, no superaban los 77.000. Y sólo el año pasado nacieron en territorio español cerca de 7.500 descendientes de africanos. Los cálculos de esta asociación, que aboga por la visibilidad de su comunidad, son aproximados. Por un lado contaron a los extranjeros residentes en España procedentes de países con población negra, y cruzaron el resultado con el porcentaje de afrodescendientes en esos países de origen. Estos números tienen un margen de error. Por suerte, no contamos con un censo étnico; la diferencia racial no aparece en el DNI. Pero la cuantificación de una minoría puede mirarse a través de otro prisma. Sobre todo si la iniciativa parte de la propia minoría. Supone la primera piedra de su visibilidad. Un dato que dice: "Somos una comunidad en crecimiento. Aquí estamos. Tenednos en cuenta".
Porque hubo un tiempo en que los españoles (blancos) se frotaban los ojos al verlos. Y no lo creían. Donato Ndongo-Bidyogo, escritor y ministro del autodenominado Gobierno de Guinea Ecuatorial en el exilio, con sede en Madrid, llegó a España cuando su país era aún colonia española. Una provincia en continente africano. La única ciento por ciento negra. En un texto reciente titulado Una nueva realidad: los afroespañoles, el ecuatoguineano recogió varias anécdotas de sus primeros años en territorio blanco. Por ejemplo: "Las mujerucas que, en las navidades de 1965, corrieron despavoridas y espantadas al verme en un pueblo del interior de la zona levantina, llevándose las manos a la cabeza y gritando '¡un negre, un negre, Deu meu, un negre!' [...] mis compañeros de colegio, que me raspaban la cara y las manos con sus dedos y se extrañaban de que no quedaran tiznados; mis primeros amigos blancos, cuya principal curiosidad era saber si también mi pilila era negra".
Los guineanos de la ex colonia fueron los primeros en llegar de forma generalizada. Hoy suman algo más de 23.000 personas. Es el tercer país africano que más negros ha aportado a España, por detrás de Senegal (47.000) y Nigeria (35.000). Pero su migración fue bastante diferente. Venían a estudiar a la metrópoli. A formarse. Hoy constituyen quizá la comunidad negra más integrada. Culta. Con afrodescendientes de segunda y tercera generación. Lucía Asué Mbomío, reportera del programa Españoles por el mundo (TVE1), es una de ellas. Habla con acento de barrio si se pone a ello. Dice que es su vena macarra. Nació y se crió en Alcorcón, municipio del sur de Madrid, de madre blanca y padre ecuatoguineano. Tiene 28 años y una habitación en un piso compartido, empapelada con orgullo de raza. Del "I have a dream", de Martin Luther King, al "Yes we can", de Obama, pasando por una muñequita de trapo que se trajo de Cuba, blanca por dentro, negra por fuera, o al revés, según el sentido en el que le cuelgue la falda.
Lucía forma parte del Alto Consejo de las Comunidades Negras -"no es la típica ONG de blancos para negros", dice- y de un grupo bastante popular en Facebook, llamado A mí también me han cantado la canción del conguito en el colegio. Cuenta que de pequeña, en clase, era la niña bonita. La nota original y desconocida. La miraban con curiosidad, le tocaban la melena afro, y eso era todo. Sufrió la canción del conguito y la del Cola Cao, cierto. Pero los prejuicios raciales nocivos, asegura, son más recientes. Los de tipo autobús: "Deja pasar, guapa, porque encima que vienes a mi país...". Dice que ella podría pasar por londinense, por parisiense, por europea. "Pero aquí es difícil que te acepten como negro y español". A ella le irrita profundamente que, cuando conoce a alguien, enseguida le preguntan: "Y tú, ¿de dónde eres?". Como si no pudiera haber nacido aquí. Como si un español-español de pura cepa tuviera que ser, a la fuerza, blanco.
Miquel-Angel Essomba, un catalán de 38 años y de padre camerunés, director de la Unesco en Cataluña, se hacía la misma pregunta hace poco, mientras caminaba por Amsterdam y era entrevistado por teléfono para este reportaje: "Voy por la calle y, de verdad, aquí no veo una cara igual. Ni se me ocurre parar a alguien y preguntarle: 'Oye, ¿tú de dónde eres?'. Se me quedaría mirando con cara de pato". Amsterdam es una de las capitales del mestizaje en Europa. En torno al 50% de su población es de padres extranjeros; los blancos son minoría, según el experto holandés en discursos racistas Teun Van Dijk, profesor de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. "En España, el fenómeno de la inmigración es más reciente", continuaba Miquel-Angel Essomba en su paseo. "Y para la normalización se necesita el paso de una generación. Hay cosas que sólo las cura el tiempo".
El tiempo es una condición necesaria. Pero también hace falta contacto y cooperación en condiciones de igualdad entre quienes se perciben distintos. Fernando Chacón, profesor de psicología social de la Universidad Complutense de Madrid, lo explica a través de un experimento social realizado en Estados Unidos en 1936. Se organizó un campamento de verano con chicos de barrio. Desde el principio, los monitores dividieron a los chavales en dos grupos, sin distinción de razas. Se les dieron elementos distintivos. Un color, una bandera. Luego se introdujeron juegos competitivos entre ellos. Si querían conseguir algo, tenían que superar al otro equipo. Los recursos eran escasos. Un tuyo o mío. El prejuicio y la distancia entre los competidores se fue agravando. Los de un grupo acabaron asaltando las instalaciones del otro. Hubo pelea. Entonces, se dio un giro en la dirección del campamento. Se les dijo a los chicos que no había agua. Que si querían conseguirla tendrían que unirse para cavar una zanja y canalizar el bien necesario. Un "juego colaborativo" en el que todos eran iguales y perseguían un objetivo común. El contacto y la cooperación fueron limando asperezas. Desapareció la rivalidad. Fin del experimento.
Fernando Chacón añade a su explicación que el prejuicio y la discriminación son procesos muy básicos. De origen biológico. En estrecha relación con la autoestima y el autoconcepto de uno mismo. Con la pertenencia al grupo como extensión de la personalidad. "Los que inicialmente se consideran distintos, se incluyen a sí mismos en una categoría superior", asegura este profesor. "La única forma de superar el prejuicio es, por tanto, la recategorización". Es decir, pasar de ser "un niño negro" o "un niño inmigrante", por ejemplo, a "un estudiante de primaria", sin que el color suponga un elemento diferenciador. Y ahí es donde el contacto y la cooperación juegan un papel clave. Permiten el conocimiento mutuo.
Awa Cheikh Mbngue, una senegalesa de 36 años, madre de tres niños españoles, cuenta que sus hijos han ido a la guardería desde los tres meses. Crecieron mezclados en la escuela pública, entre niños de todos los colores. "Nunca notaron que fueran distintos. Sus compañeros blancos han crecido con ellos, viendo la diferencia desde que empezaron". Los problemas han llegado este curso, con el cambio a un colegio donde el color de la piel ha sido una sorpresa. La pequeña de las hijas, nueve años, volvió a casa hace unos días y dijo: "Mamá, ¿qué pasa? Les hablo a las otras niñas y no me contestan". Su madre dice que ninguna de las compañeras está habituada a jugar con una negra. "No le hablan. La ven rara".
Una maestra de educación infantil, acostumbrada a la mezcla racial en sus aulas, se muestra rotunda: "Los niños no tienen prejuicios". A partir de los cuatro años, se empiezan a dar cuenta de sus diferencias. De si uno u otro es negro, blanco, latino o asiático. "Pero eso no afecta a sus juegos ni a sus relaciones. Si crecen juntos, en ningún caso tienen problemas para tocarse o acariciarse", asegura la maestra.
"Cambia todo cuando hay costumbre", agrega Awa Cheikh sobre el caso de su hija en el nuevo colegio. Y habla desde la experiencia: Awa lleva 18 años en España. Llegó en avión, como la mayoría de inmigrantes. Sola. Se buscó la vida. Enseguida entró a trabajar como interna en una casa de la urbanización de la Moraleja, al norte de Madrid. Servicio doméstico, con su uniforme y todo. Era una época en la que las miradas se posaban sobre ella como si fuera un fantasma. En diciembre de 1991, recuerda, sólo había dos mujeres senegalesas en Madrid. Con ella, tres. En el chalé donde trabajaba le dieron su plato, su tenedor, su cuchara, su baño. Comía aparte. Vivía aparte. Nunca se mezcló con la familia. "Era como una esclava", dice. Hoy se ha reconvertido en educadora social del Colectivo La Calle, una ONG que acoge a menores subsaharianos que llegaron en cayuco. Awa preside también la Asociación de Mujeres Senegalesas. Y dice que los ojos escrutadores del blanco se han ido apaciguando. Que nota una mayor tolerancia. Cosas de la costumbre. Su último "golpe fuerte de discriminación racial", añade, lo sufrió en un tren, en 2001. Como viajaba con el bebé, compró un billete en preferente. Entró en el vagón, buscó su sitio. La señora de al lado (blanca) se levantó inquisitiva: "¿No se habrá equivocado de vagón? Esto es preferente". Awa dijo que no. Que ella también había pagado un billete caro. La señora no daba crédito. ¡Una negra! Llamó al revisor. Y éste (blanco) pidió de inmediato los billetes a la senegalesa. Awa se negó. Dijo: "Yo no enseño mi billete hasta que vuelva usted atrás, siga su recorrido habitual, y llegue mi turno". La intervención de un joven (blanco) que se encontraba por allí zanjó el desafortunado episodio. Y una negra marchó en clase preferente de Murcia a Madrid.
Esta aparente normalidad convive con la aparición de ciertos datos preocupantes. Las estadísticas del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo (Cemira) muestran una radicalización de las posturas racistas entre los jóvenes. En una encuesta realizada a más de 10.000 estudiantes de 13 a 19 años, un 21,6% respondió en 2008 que, si de ellos dependiera, echaría del país "a los negros de África". En 1986 sólo respondió afirmativamente a esta pregunta un 4,2%. Y la tendencia desde mediados de los ochenta ha sido siempre al alza, aunque con altibajos.
El profesor Tomás Calvo Buezas, catedrático de Antropología Social de la Universidad Complutense y fundador del Cemira, se muestra, sin embargo, optimista: "El recelo hacia ellos no ha crecido en proporción a su presencia. Y esto es un dato positivo". Los negros nunca han ocupado las posiciones de mayor rechazo étnico entre los españoles. El podio está reservado a gitanos y marroquíes, según sus estudios. "Cuando apenas había negros en España", continúa Calvo Buezas, "se tenía una imagen de compasión hacia ellos. Una visión positiva al fin y al cabo. Se decía: 'Es un pobrecito de África, que despierta nuestra solidaridad'. Según se han ido haciendo más presentes, sobre todo en los medios, donde aparecen entrando en España en cayuco, a pesar de que sean los menos los que llegan así, su imagen pública ha empezado a ser negativa".
A Sidibé Moussa, un maliense de 37 años, le preguntaron en una ocasión si era verdad que los negros practicaban el canibalismo. "Las imágenes y los mensajes que se transmiten sobre nosotros, de guerra y pobreza extrema, influyen en la forma que tienen los españoles de vernos", dice. "La población piensa que somos unos salvajes. Se basa en discursos que nos tachan de delincuentes. Y nosotros tenemos que ir demostrando que no es así". En el último informe sobre España de la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia, elaborado por el Consejo de Europa, se señalaba con preocupación un dato del Centro de Investigaciones Sociológicas: el 60% de la población realiza una sinapsis entre los conceptos "inmigrante" y "delincuencia". "En todas partes hay buena gente y mala gente", dice Sidibé sobre el asunto. "Pero si te comportas y te integras, desaparece el problema".
En su caso, lo logró en Recas (Toledo). Cuando llegó a esta población con abundante mano de obra negra, se encontró con inmigrantes por un lado y población local por otro. La relación era nula. Puramente laboral. Él motivó el primer contacto con los nativos. Dice que le parecía raro que, con tanto maliense y senegalés en la zona, un blanco pintado de negro siguiera haciendo de Rey Baltasar en la cabalgata del 5 de enero. Sidibé, que después de ocho años por tierras españolas preside la Asociación de Malienses en España, tomó la iniciativa. El Rey Mago negro era por fin negro y las relaciones sociales comenzaron a fluir con naturalidad.
Moussa Kanouté, un compatriota que cruzó el estrecho en 1995 acurrucado en la panza de un camión, tiene otra perspectiva. Dice que el racismo, que ha sufrido a pedrada limpia en Roquetas de Mar (Almería), es un mal endémico. "Algo que no se puede terminar. Está desde el principio de los tiempos. Pero se puede mejorar". Moussa vive en el extrarradio de Madrid. A veces, cuenta, se siente un poco español. Catorce años aquí son muchos años. Se exalta viendo jugar a la selección de fútbol, por ejemplo. Si marca un gol, lo siente un poco suyo. Entonces algún español (blanco) le mira con el gesto agrio. Luego pregunta: "¿Qué haces celebrándolo con nosotros?". Y en lugar de levantarla, el negro agacha la cabeza.
jueves, 15 de octubre de 2009
Fotos que cambiaron la Historia (I)
HOY EN CLASE... visualización del corto "saltando" de Pixar
Me cambio a la primera fila para escuchar y ver mejor, Almudena le da al play, y… lo último que esperaba ver era un cortometraje de pixar. Pero esta asignatura es así.
El fin de la visualización del corto, era identificar a la oveja como un ser desadaptado y al conejilope como el educador. Pero, al menos yo, ví algo más que eso.
Para empezar, voy a destacar la canción que el conejilope le canta a la oveja para animarlo y hacerle comprender que la situación por la que está pasando no es determinante en su vida y que si quiere, puede adaptarse a ella y seguir viviendo feliz consigo mismo como siempre lo ha hecho. Es una canción que, si no todas y cada una de las personas, al menos los educadores sociales deberíamos memorizar para cantárnosla o cantarla a alguien cuando, en un momento determinado de la vida, lo que más necesitas es un pequeño empujón que te recuerde que todo lo que va, viene y que tendremos la fuerza suficiente para superarlo. Algunas de las frases alentadoras de dicha canción son:
“¡TÚ PUEDES VOLAR!”
“CON SÓLO INTENTARLO LO PUEDES LOGRAR”
“SUBES Y BAJAS, LA VIDA ES ASÍ”
También me gustó descubrir que el corto transmite un mensaje de respeto, aceptación y tolerancia ante el color de la piel. Cuando la oveja es esquilada, se siente avergonzada por el color rosada de su piel, ya que antes era blanca y suave como el algodón. Pero el conejilope le dice lo siguiente:
“¿EL COLOR ES QUÉ IMPORTA? ¡VAYA CUESTIÓN! ERES PÚRPURA, GRIS, BEIGE O MARRÓN. A VECES VAS MAL, A VECES MEJOR, SI TE SIENTES FATAL MIRA ALREDEDOR”
Lo mejor de todo esto, es que estos cortos se emiten en salas de cine, antes de la proyección de un largometraje de pixar, este corto en concreto, se emitió en el año 2004 junto con el largometraje “Los increíbles”. No hay que decir que estas salas estarán llenas de niños y me siento satisfecha al comprobar que el mensaje que se les transmite es más que positivo.
Por último, señalar que la oveja no sólo se sentía mal porque había perdido toda su lana, también porque los demás la señalaban y se reían… Esto no es más que un reflejo de la sociedad, que ante algo nuevo o diferente a lo que suele ser lo normal, se escandaliza o se manifiesta en contra. Y termino con una reflexión… ¿si los topos no se hubieran reído sin piedad de la oveja, se habría sentido ésta diferente y acomplejada? O por el contrario, ¿si la oveja no se hubiera escondido entre los matorrales intentando tapar su nueva imagen, habrían sido tan crueles los topos?
miércoles, 14 de octubre de 2009
Mi Cajón
Lo sé, no es nada del otro mundo, pero la que escribe es una negada para todo aquello que esté relacionado con las nuevas tecnologías (aunque los sms del móvil los escribo con cierta rapidez).
Lo mejor de todo es que este blog ha sido creado por y para una asignatura que cada día me fascina más. El primer día que fuí a clase, Almudena, la profesora de dicha asignatura, nos dijo que el trabajo del que dependería aprobar o suspender, debería ser algo personal, original y creativo... nos dijo que en cada clase tomaramos nota de todo aquello que trataramos y lo guardaramos en un cajón de nuestra mesa de estudio. Y que al final del curso, le entregaramos ese cajón... pues bien, de ahí el nombre de este blog. El tercer cajón del escritorio de mi habitación en mi recién estrenado piso es el único que sigue vacío.
Aquí lo teneis... el tercer cajón de mi escritorio...
Espero que os guste!